Por Elizabeth Ambríz Olavarria, Presidenta de la Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas (Somaap).
A medida que nuestra sociedad adapta los sistemas de colaboración como forma de vida, se desdibujan instituciones seculares y espacios que se consideraban inamovibles, como los museos, antaño intocables, lejanos y conformados para una elite.
Al mismo tiempo, las colecciones artísticas dejan el monólogo de sus propuestas y voces y generan diálogos e involucramiento con sus públicos. Las expresiones monolíticas muestran aperturas nuevas centradas en la diversidad de gustos, credos y experiencias más allá del acotamiento cinco sensorial. Vivimos una era en la que el arte deja de ser una pieza coleccionable, sacra y ambigua y se integra a la cotidianeidad y disfrute sin cortapisas.
Bajo esta óptica, la arquitectura del museo se transforma radicalmente y se vuelve una pieza de arte en sí misma.
Así, el Museo Guggenheim de Nueva York presenta un edificio en forma de espiral que induce a explorar todas las colecciones y el espacio se vuelve complice de nuevas maneras de apreciar el arte.
La cercanía artística se verá reflejada en los museos a inaugurarse próximamente, como el Museo del Palacio de Hong Kong que se convertirá en un referente de la cultura china, mientras que en Emiratos Árabes Unidos se abrirá el Museo Nacional Zayed, dedicado a relatar los más relevantes acontecimientos de este país y el Museo Nacional de Oslo se convertirá en el más grande de la región Nórdica que contará con colecciones noruegas de arte antiguo, moderno y contemporáneo.
El reto en cada uno de ellos será que el arte no sólo se observe, sino que se viva y que las creaciones antiguas se adapten a los sistemas de vida actuales y tengan relevancia para los habitantes de nuestra era. Se trata de que los espacios alberguen a las expresiones de antaño como vigentes e incluso propositivas y nuevas.
Un museo que catapultará la nueva visión de cómo exhibir y vivir el arte aparecerá con el Gran Museo Egipcio, que será el recinto arqueológico más grande del mundo. Albergará una colección de más de 100 mil piezas de 7000 años de antigüedad.
El museo actual, entonces, se convierte en un puente entre raíces y porvenir, entre el pasado y una era llena de incertidumbre como la actual, pero también como conexión entre el artista y el público.
Hoy el espectador deja un papel inactivo y conforma parte de la obra. El museo, entonces, debe invitar a esa exploración y vivencia unipersonal y única con cada persona del público. No es jugar solo a combinar espacios y luz, urbanismo y naturaleza: es crear la materialidad para que despegue la percepción y los infinitos mundos que radican en cada uno.