Línea Fifí
Por Martín de J. Takagui
Cuando solamente le quedan 10 días de vida a la LIV Legislatura federal que contó con una mayoría absoluta en favor del gobierno de la autodenominada cuarta transformación, quedaron diversos pendientes con los que el presidente Andrés López Obrador habría querido mantenerse en medio de los reflectores y seguir haciendo propaganda personal para trascender como un gobierno histórico.
Y sí, será un gobierno histórico, pasará a la historia, por la falta de resultados, por la errónea forma de hacer frente a la pandemia del Covid-19, sin lograr evitar que los índices letales rebasaran el cuarto de millón de fallecimientos.
También estará en la historia como un presidente que no supo abatir los niveles de violencia en todo el territorio, como el presidente que supo ganarse la confianza y la amistad de la señora madre del capo de las drogas más buscado en el mundo: Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, luego de que el mismo titular del Poder Ejecutivo ordenara, “por salvar vidas”, la liberación del heredero del Cartel del Pacífico, Ovidio Guzmán.
Aquellas profundas transformaciones que prometió López Obrador en su campaña de 2017 y 2018, que las dibujó de los tamaños de la Independencia, la Reforma y la Revolución, no se han visto, al grado que la bandera principal de su gobierno fue la lucha contra la corrupción, pero mantiene, defiende y protege a uno de los padres de la corrupción de la que él llama “El neoliberalismo”, que es Manuel Bartlett Díaz.
La corrupción, dice López Obrador, “ya no se permite” pero Bartlett y su hijo, como su esposa no le han pedido permiso, como no lo han hecho los que siguen sirviéndose del poder en la llamada 4T.
Este 1 de septiembre inicia una nueva etapa del gobierno de López Obrador, una etapa diferente, en donde no habrá los mismos márgenes de maniobra de una mayoría limitada que aún con sus aliados no logrará las dos terceras partes de los votos ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado de la República.
En esta nueva etapa con la LXV Legislatura federal, si el gobierno y Morena quieren alcanzar una más de las reformas constitucionales, como lo hacían en la primera mitad del gobierno actual, ahora tendrán que negociar con los partidos de oposición, ya sea con el PAN, con el PRI o con el PRD o tendrán que “comprar” la asistencia y el voto de algunos de ellos para alcanzar sus objetivos políticos.
Pero lo que el presidente y su partido no han tomado en cuenta es que lo que no lograron en materia legislativa hasta antes de este 1 de septiembre, difícilmente lo lograrán en los siguientes tres años, pues ya se ha demostrado, que aún en las condiciones actuales, las cosas no avanzan.
Prueba de ello es la necedad y las presiones que se ejercieron desde el gobierno para que Morena impulsara el periodo extraordinario de sesiones, en el que debía aprobarse, para complacer al presidente, la Ley de Revocación de Mandato, que no es más que un proceso de la llamada “democracia Participativa”, cuyo único objetivo es alimentar el ego individual del presidente de México, con un gasto millonario, como fue el de la consulta para enjuiciar a los ex presidentes.
De esta manera, se observa que los morenos, con sus coordinadores, Ignacio Mier, en la Cámara de Diputados y Ricardo Monreal en el Senado de la República, no lograron convencer ni a sus aliados y en ocasiones ni a los miembros de su bancada, les faltó diálogo y capacidad de negociación, posiblemente por la rigidez de las órdenes del presidente López Obrador para “no cambiar ninguna coma” a las iniciativas.
Las cosas serán más difíciles para ambos coordinadores en la siguiente legislatura, como lo anunció el mismo López Obrador, podrían buscar apoyo entre los priistas, pero sin esa capacidad de diálogo no se logrará.
Hoy podría pensarse que el proceso de grandes transformaciones de la 4T hasta aquí ha llegad, en 10 días entra en funciones una nueva legislatura que no resultará tan cómoda para el hombre de las mañaneras en el Salón Tesorería.
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