La Cámara de Diputados tiene un poco más de un mes para aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, perol no tendrá que aprobarlo solamente, sino que tendrá que reconstruir la propuesta casi en todo lo que tiene que ver con la inversión gubernamental.
Hace unos días el propio secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera lo reconoció, al señalar que el país requiere de gasto de inversión y es que destinar gran parte de los recursos del país a becas, apoyos a los adulos mayores, una lana para las chelas de los ninis, el gasto de las madres solteras y demás desvió los recursos que generan empleo y la activación de la economía interna que tanto requiere México.
Los indicadores no mienten, pues la industria de la construcción que en México, como en muchos países es el motor del desarrollo, registra una caída de 15 por ciento, lo cual ha puesto a temblar a los empresarios, pues la inversión gubernamental, prácticamente desapareció en este largo primer año del sexenio.
El secretario de Hacienda también ha señalado que ahora lo que se debe eliminar es el gasto corriente, pero ¿eso qué significa? Pues ni más ni menos que recortar aún más el gasto de la nómina del gobierno, ya sea bajar los salarios más o recortar el número de burócratas.
Todo ejercicio de austeridad, de limitación de los gastos innecesarios es plausible, pero de lo que se trata es de hacer más con menos, y para lograrlo, se debe ser muy hábil, a fin de tener bien claro en dónde se imponen esos recortes.
Desde principios de la administración, lo primero que se hizo fue bajar los salarios de la alta burocracia, como la llamaba el presidente Andrés López Obrador, lo que trajo como consecuencia que algunos de los directores generales, directores de área y altos funcionarios que tenían muchos años en sus puestos y conocían a la perfección cada uno de los hilos de la administración pública, los dejaron sueltos, pues los niveles de responsabilidad no correspondían a los salarios.
Esas fueron salidas o renuncias, pudieron ser decisión de los propios interesados, pero significaron un desbalance en la administración pública, pero el acabar prácticamente con los empleados por honorarios, fue lo que dejó a muchas de las instituciones gubernamentales sin operadores, sin los engranes que movían la maquinaria.
Es obvio que de inmediato se resintió y por ello, el propio presidente López Obrador aseguró que el gobierno era un elefante viejo que no se movía, y cómo se iba a mover si le quitaron a la maquinaria las piezas claves de un día para otro.
Todo esto con el afán de obtener recursos fáciles que sirvieran al gobierno para cumplir las promesas de la campaña presidencial de incrementar las prestaciones en efectivo de los programas sociales.
En esta semana pasada, el presidente de México se reunió con diversos grupos de empresarios: con el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales, el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios, así como la Concamin, como la Concanaco.
Sin duda ellos, que saben de negocios y del entorno financiero cuando es favorable, le dijeron que las cosas no se vislumbran como positivas, pues la inversión productiva se está frenando, porque el gobierno no ha invertido en infraestructura.
El dinero del gobierno es de todos los mexicanos, no es del presidente, tampoco es del secretario de hacienda, pero ellos son los responsables del manejo, y de no escuchar los consejos de los hombres del dinero en México, las cosas podrían complicarse para la economía nacional el próximo año.
De no frenar el ímpetu de regalar dinero a diestra y siniestra, que no se ha logrado cumplir en los términos que se prometieron y, de no impulsar acciones que generen crecimiento económico, el próximo año el país podría entrar en una recesión que se agravaría con las amenazas del freno económico mundial que ya comienza a asomarse.
Cuando el río suena, es porque agua lleva, los diputados y la propia Secretaría de Hacienda a través de sus subsecretarios tendrán que hacer rendir el dinero como toda ama de casa cuando el marido se ha quedado sin empleo, y tendrán que evaluar las prioridades de gasto pues sus márgenes de maniobra cada vez se hacen más pequeños.
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