Por Martín de J. Takagui
Ayer de nueva cuenta las calificadoras internacionales de la deuda soberana de México, volvieron a bajar la calificación crediticia del país. México está dejando de ser un destino seguro para las inversiones de todo tipo.
Al gobierno de la Cuarta Transformación no le gustan estas cosas de calificaciones ni que le digan que hay riesgos en el futuro muy cercano para el crecimiento y para la economía, para la estabilidad de nuestra moneda y para el flujo de inversiones, el presidente asegura que “vamos requetebién”.
Sin embargo, esto no es de gustos o de otros datos, esto se trata de agencias internacionales que en breve podrían calificar a México como país riesgo, lo que llevaría a diversos problemas financieros y crediticios.
Para empezar, la Bolsa Mexicana de Valores, podría empezar por sufrir esas supuestas “tomas de utilidades” que no son más que retiros de dinero que está en juego, pero que se van a otros instrumentos más seguros.
En seguida, podremos ver que ese riesgo país, al elevarse, frenaría los flujos de Inversión Extranjera Directa, que no es más que inversión productiva que genera bienes y servicios, como empleos y salarios, lo que se traduce en la activación de la economía nacional.
Por otra parte, la inestabilidad y falta de capitales, mantiene a la economía estancada, mientras que las tasas de interés de la deuda soberana se incrementarían de manera considerable, debido a que a mayor riesgo más intereses y reduciría por mucho, el margen de gasto público, ya que el servicio de la deuda automáticamente se incrementaría en varios puntos porcentuales del Producto Interno bruto.
Muchos otras son las implicaciones que traería la baja calificación de la deuda soberana del país, como es el saneamiento de las finanzas de Pemex, que es la instancia que mueve la economía nacional y que surte de recursos a gran parte de las necesidades financieras del gobierno.
Aunado a todo esto, el anuncio del presidente Donald Trump de imponer aranceles de cinco por ciento y progresivamente hasta el 25 por ciento a todos los productos procedentes de México, si el problema migratorio no se resuelve antes de llegar a la frontera con Estados Unidos, podría ser una medida catastrófica para los productores mexicanos, que también afectaría a los consumidores estadounidenses, pero nadie estaría a salvo.
Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, se encuentra en Washington, desde el pasado viernes, buscando agenda, buscando con quien negociar, con quién alcanzar acuerdos para evitar que la amenaza de Trump se cumpla.
Aunque nadie lo quera reconocer, el futuro económico-financiero de México, se encuentra en las manos de Marcelo Ebrard, a quien de alguna forma se le ha desdeñado por parte del gobierno de Estados Unidos, que le ha estado dando largas y largas para iniciar el proceso de negociación.
Determinante será el papel que el canciller mexicano desempeñe frente a la administración Trump, que, desde antes de iniciar su campaña por la presidencia del llamado país más poderoso del mundo, ha tomado como deporte favorito y como bandera de campaña en busca de votos el golpear a México y a sus ciudadanos.
Para ello, nos ha acusado de violentos, de delincuentes de transportadores y surtidores de drogas, como si ellos no fueran los consumidores de esas toneladas de estupefacientes o como si ellos no produjeran las armas que circulan hacia México.
No nos queda más que rezarle a “San Marcelo Ebrard” para que haga un milagro, porque Trump no está dispuesto a perder votos, a cambio del bienestar de las finanzas mexicanas, pues además sabe que tiene agarrado a nuestro país con la aprobación definitiva del Tratado México, Estados Unidos Canadá para el libre comercio.
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