Línea Fifí
Por Martín de J. Takagui
La tardía llamada de felicitación, una indiscreción en torno a las indagatorias, golpes indirectos como el ofrecimiento de asilo político a Julian Assange, entre muchos otros detalles aparentemente insignificantes, forman parte de lo que será la relación del gobierno de Andrés López Obrador con la nueva administración de Estados Unidos que encabeza desde el pasado 20 de enero Joe Biden.
El presidente de México buscó la construcción de una relación muy cercana con el presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, su apuesta era que el magnate gringo conservara el poder, pero los electores estadounidenses provocaron la frustración de ese anhelo.
Es indiscutible que la filosofía del presidente tabasqueño en materia de política internacional era muy clara, no ha considerado la importancia de la política exterior que, pareciera no ser importante, pero quedará demostrado, en poco tiempo, que el no haber caminado a contracorriente del resultado electoral tendrá costos para México.
Solamente dos razones pudieron existir para entender la actitud del presidente mexicano, que no haya hecho caso a los consejos de los expertos en política exterior o simplemente que no le recomendaron seguir los lineamientos y las buenas costumbres de la diplomacia.
Desde el mismo 3 de noviembre, día de la elección presidencial en Estados Unidos, decenas de líderes alrededor del mundo felicitaron sin durar a Biden por haber obtenido el triunfo electoral, algunos hasta mostraron su beneplácito por la derrota del magnate que buscaba su reelección.
Fue la primera gran señal negativa que el vecino recibió y a partir de ella, una serie de actitudes poco diplomáticas de parte del gobierno de México, al grado de llegar al extremo de hacer pública la indagatoria de la DEA agencia antidrogas de Estados Unidos en contra del general Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa Nacional.
Aunque se trata de una indagatoria realizada durante la pasada administración, se descalificó a una de las instituciones más importantes de Estados Unidos, una institución que significa el brazo de la seguridad de ese país que actúa a nivel internacional para calificar la lucha contra las drogas en cada país.
Sin duda, entre las 17 decretos que firmó Biden en su primer día de trabajo presidencial, hubo al menos uno que pudiera considerarse en beneficio de México o para resarcir una de las ofensas más radicales de la administración saliente, que fue la cancelación de la construcción del famoso muro en la frontera entre Estados Unidos y México.
No debemos dejarnos llevar por las apariencias, pues el decreto de Biden más que actuar en favor de México, lo hizo en contra de la política racista y discriminatoria de Donald Trump.
Y si bien habrá muchas acciones, discursos y declaraciones presidenciales de Estados Unidos en torno a México, lo más importante serán las acciones y las grandes decisiones que se tomen desde el vecino del norte en torno a la relación con México.
Los grandes temas y el jaloneo que desde siempre ha existido en la relación bilateral, permanecen ahí intactos, sin acuerdos, sin solución, como la migración, el tráfico de armas y de drogas; pero ahora se suman los temas laborales, que están incluidos en el T-MEC, así como los temas comerciales, en donde la nueva secretaria, de Economía Tatiana Clouthier Carrillo tendrá el mayor de sus retos profesionales.
Es cuestión de tiempo, los próximos cuatro años tendrán que compartir administración como vecinos López Obrador y Joe Biden, sus administraciones seguirán los pasos de los puntos de vista de cada uno de sus líderes.
La relación bilateral no será para México un día de campo, pues la relación con México no es para Biden una prioridad, como tampoco lo fue para Trump, quien simplemente uso sus acusaciones, sus desplantes y sus ofensas en contra de México para obtener votos en su primera elección, pero no le alcanzaron para lograr la reelección.
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