La vida diaria para todo mundo, ya implica un riesgo en sí misma, salir de casa al trabajo, a la escuela, de vacaciones, y hasta en la misma casa existe toda clase de riesgos, muchos prevenibles y ogros tantos a causa de imprevistos, descuidos o hasta por negligencia.
El cuidado de la seguridad personal y propia de cada individuo al salir de la casa, es una responsabilidad personal, pero cuando se hace necesario delegar esa responsabilidad las cosas se complican más aún si en ello hay riesgos a la integridad o hasta la propia vida, como sucede a los periodistas, cuando salen de comisión a cubrir algún hecho, evento o para hacer una investigación
Desde hace al menos ocho décadas, el presidente de la República, como sus comitivas, cuando viajaban por territorio nacional o alrededor del mundo, siempre contaron con el apoyo profesional y permanente de un grupo de élite militar integrado por especialistas en todas las materias, desde alimentación, custodia, protección y logística.
El Estado Mayor Presidencial (EMP) era ese grupo de élite que se encargaba de la seguridad y la logística, como la protección del Presidente de la República y de sus acompañantes, en donde había desde los más duchos y profesionales investigadores y generadores de inteligencia militar, hasta los más diestros conductores, pilotos y los más experimentados nutriólogos y cocineros.
Con todo ello, el presidente y su respectiva comitiva, siempre estaban seguros, el mínimo error humano era sancionado, porque su tarra era considerada un asunto de seguridad nacional.
El pasado sábado 26 de octubre, como en repetidas ocasiones se ha visto durante las coberturas de las actividades presidenciales, fuera de la Ciudad de México, la Presidencia de la República, en la gira de diálogo con los pueblos originarios de aquella entidad, el presidente Andrés López Obrador concluyó su primer evento y cuando se dirigía al siguiente vino la desgracia.
En la segunda de dos camionetas que alquiló el municipio de Álamo, de extracción Morenista, viajaban 10 reporteros de diversos medios, quienes, como es cotidiano trabajaban en el envío de su información, fueron dos incidentes casi iguales y en el segundo vino el percance.
En su afán de no perder de vista el vehículo presidencial, el chofer que trasladaba a los periodistas incrementó la velocidad y no contó con que las llantas de su vehículo estaban lisas, aceleró en una recta y lejos de reducir la velocidad cuando estaba ya muy cerca de la plataforma de un trailer que circulaba a alrededor de cien kilómetros por hora se abrió, como para rebasar, pero al ver que venía de frente ogro vehículo pesado, decidió intentarlo por la derecha.
Uno de los reporteros le gritaba desde atrás “Frena. Mejor frena”, pero el intrépido conductor, cuando trato de frenar las balatas no tuvieron la suficiente fuerza y de un volantazo se colocó al costado derecho de la plataforma del trailer.
Ese movimiento brusco y a la velocidad que iban, provocó un zigsagueo de la camioneta de los reporteros, la cual golpeó de costado la plataforma del trailer. Los gritos se generalizaron en aquella van convertida en caja mortuoria, que salió de la cinta asfáltica.
Dos de los lisos neumáticos se reventaron y al llegar a un boquete del terreno al lado del camino, la van periodística dio una vuelta y media sobre sus costados.
Metros adelante una patrulla estatal guiaba a la camioneta, pero los policías, avisaron por radio a quienes abrían paso a la primera camioneta, sin que los otros reporteros estuvieran enteradis y solamente se concretaron a decir que se habían detenido.
Los reporteros de la primera camioneta exigieron regresar a ver qué sucedía, se trataba de una parada fuera de lo normal y cuando regresaron se dieron cuenta del accidente y fueron ellos, sus propios compañeros, quienes auxiliaron a los heridos, dos de ellos con las clavículas fracturados, otros con contusiones y muy alarmados.
De esa manera se dieron los irresponsables hechos, sobre lo que el presidente López Obrados solamente se concretó a señalar que las cosas ya no son como antes y que no van a cambiar, y sugirió que si los medios no buscan un transporte seguro, mejor no manden enviados, sino que cubran las actividades presidenciales a través de los corresponsales.
De haber existido el Estado Mayor Presidencial, las condiciones de seguridad habrían sido otras, los conductores habrían sido muy profesionales y muy responsables y los vehículos habrían estado en óptimas condiciones, afortunadamente no hubo víctimas mortales, pero es necesario denunciar esto, porque son personas, seres humanos que desempeñan una función muy importante además, muchos de ellos son nuestros amigos. Todos ellos periodistas de gran trayectoria profesional.
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