Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y Director de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.
Tras la pandemia mundial de Covid-19 se presentaron maneras inusitadas de intercambio de conocimientos y soluciones en diferentes sectores económicos. Hoy puede decirse que la alianza entre las instituciones de educación superior y la industria pueden maximizarse a grados no previstos.
Por el momento, un sistema sólido de universidades, institutos de investigación y organizaciones de desarrollo tecnológico, ahora trabaja en estrecha colaboración con los sectores público y privado y tiene un papel fundamental para generar la recuperación económica.
El nexo empresa-universidad es un mecanismo que se exploraba con resultados inciertos, magros y muchas veces no cuantificables. Sin embargo, la pandemia mundial de Covid-19 aceleró alianzas y conformó equipos fuertes de desarrollo de distintos proyectos.
Aunque a nivel mundial las universidades disminuyeron sus actividades con sectores como la fabricación aeroespacial y automotriz, las industrias creativas y de servicios no biomédicos de investigación y desarrollos científicos y técnicos, al mismo tiempo aumentaron las actividades con la industria farmacéutica, los servicios de salud humana y el trabajo social.
Ante esto, ahora destaca la importancia de generar alianzas estratégicas a largo plazo entre universidades e Iniciativa Privada. ¿La razón? Ante una crisis se pueden renegociar plazos y acuerdos financieros, pero no se pierden los avances en distintos proyectos, incluso es posible cambiar rumbos o priorizar determinadas investigaciones, pero no elimina cimientos claves de colaboración.
Hasta ahora, los equipos universitarios y de la industria lograron el desarrollo de vacunas y tratamientos, la fabricación de ventiladores y la coordinación de distintos suministros. Se acordaron objetivos y compromiso a toda velocidad, mientras se resolvían detalles legales. Esto, para México y el mundo, representó un nuevo punto de partida para las alianzas estratégicas: se descubrieron áreas de oportunidades y maximizaron las oportunidades.
A medida que el personal de la universidad se volvió más experto con las herramientas de colaboración en línea y ya no dependía de reuniones periódicas cara a cara para impulsar las relaciones, la calidad de sus interacciones mejoró.
Las universidades ahora generan programas más orientados a la investigación pragmática y a la comercialización en aplicaciones. Al mismo tiempo, adoptan nuevas tecnologías y procesos para impulsar mejoras en la eficiencia y la productividad. Es decir, desempeñan un papel cada vez más importante y estratégico en la inversión.
Ahora, el intercambio de conocimientos permite que las universidades trabajar de manera productiva con socios industriales, inversores y otros para desarrollar más sus ideas con aplicaciones al mundo real.
Aparecen así, en las instituciones educativas, programas basados en desafíos, mayor apoyo y más coherencia en la comercialización. Las asociaciones de innovación, comercialización y actividades más amplias de intercambio de conocimientos ya son una realidad. El impulso alcanzado inicialmente, cuando se presentó la pandemia, ahora no puede detenerse. Es un impulso que generará más y mejores propuestas de innovación.