Desde hace varias semanas, grupos de encapuchados y encapuchadas han tomado las instalaciones educativas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), preparatorias, facultades, escuelas diversas permanecen y se han sumado al paro de actividades impulsado por personas sin identidad que algo quieren, pero que no dan la cara.
El rector Enrique Graue no ha logrado consenso, respaldo ni apoyo, sus gestiones no han sido efectivas y quienes le ayudan, parecen estar paralizados, pero es una verdadera vergüenza que los supuestos pliegos petitorios de los supuestos estudiantes no puedan atenderse.
Acoso sexual y acoso, en general en contra de las mujeres, de las alumnas, es una demanda indiscutible, reemplazo o remoción de directivos y profesores de las escuelas. Una rotación no puede ser imposible; sin embargo, pareciera que existen intereses extraños, intereses que desde fuera de la Máxima Casa de Estudios tratan de minar la existencia de la UNAM.
Nueve son los planteles cerrados, la entrada a la Torre de Rectoría ha sido vandalizada, incendiada, grafieteada; a las puertas de las escuelas los jaloneos, discusiones y agresiones se han observado una y otra vez.
Pero “existe la autonomía universitaria” una autonomía mal entendida en la que ninguna autoridad externa o interna de la UNAM puede poner orden, como ocurre desde hace 20 años, cuando un grupo de personas ajenas a la UNAM tomó el auditorio Justo Sierra, conocido como auditorio Che Guevara, en la facultad de Filosofía y Letras.
Para muestra basta un botón y si no se pone orden en los nueve planteles de la UNAM tomados por desconocidos puede suceder lo mismo, que en el Che Guevara que fue ocupado poco después de aquella huelga o paro del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que tuvo que ser disuelto por la recién creada Policía Federal.
Desde entonces dicho auditorio que fue sede de la Orquesta Sinfónica de la UNAM, hoy está convertida en centro de reunión y de distribución de vendedores de drogas, en un espacio abierto al circo, en un auditorio del vicio para personas extrañas a la UNAM, pero nadie ha podido rescatar desde hace 20 años dichas instalaciones.
El rector y el cuerpo directivo de la Máxima casa de Estudios no puede desapercibir lo que ocurre en los nueve planteles tomados; qué ha hecho la autoridad federal, pues desde 2005 existe la primera de las denuncias ante la entonces PGR hoy Fiscalía General de la República.
Habría que preguntarse si en realidad la autonomía universitaria debe dar pie a la impunidad, a la venta de drogas, a la ocupación ilegal de espacios académicos, a dañar las instalaciones universitarias, todo ello de manera impune, la Universidad Nacional Autónoma de México no merece esta clase de atropellos, tamposo sus académicos y menos aún sus alumnos.
La universidad es un centro concentrador de esa universalidad de pensamientos, de pensamientos libres, pensamientos estudiosos, pensamientos ideológicos y no una universalidad de delincuentes que lo único que saben hacer es violar la ley y dañar la salud de sus semejantes.
El gobierno de la cuarta transformación parece haber olvidado el tema de las universidades, no es la única que tiene problemas, también el Instituto Politécnico Nacional parece estar entre jaloneos, en tanto que las universidades estatales se encuentran envueltas en un manto de corrupción e impunidad, con el tema de la Estafa Maestra.
Es urgente que Enrique Graue tome decisiones, que el Gobierno de la República le brinde un apoyo tajante e incondicional, que se ejerza la autoridad y que se demuestre que las instituciones son más fuertes que los vándalos o que los grupos anarcos.
Los mexicanos estamos cansados de la ausencia de autoridad del vacío de poder en el país, la violencia criminal nos ahoga, los amagos académicos frenan la educación y la autoridad ya ni siquiera pide abrazos.
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