Por Martín de J. Takagui
Hasta el año 2000, el día 1 de septiembre era uno de los días del presidente de la República, día del Informe Presidencial, que para algunos presidentes como Miguel de la Madrid se convirtieron en días de pesadilla, por el griterío, los reclamos y las protestas públicas de los diputados o senadores, que reclamaban, en la mayoría de los casos democracia.
Fue el 1 de septiembre de 1988 cuando el ahora presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, el expriista y hoy morenista Porfirio Muñoz Ledo, entonces miembro del Frente Democrático nacional, que después se convertiría en Partido de la Revolución Democrática se puso de pie cuando Miguel de la Madrid rendía Sexto Informe ante el Congreso de la Unión y le gritó para exigir democracia.
En ese momento la cadena nacional de televisión, como se transmitían los informes presidenciales daba cuenta de un atrevimiento legislativo, que solamente provocó un ensordecedor aplauso de la abrumadora mayoría priista, pero dejaba clara la posición de la izquierda, representada por primera vez en el Senado de la República en la que se denunciaba el supuesto robo de la elección presidencial al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas para favorecer a Carlos Salinas de Gortari.
Desde esa fecha casi todos los 1 de septiembre era de esperarse el griterío legislativo, el reclamo público al presidente, lo que llevó a Carlos Salinas de Gortari a decir que desde la tribuna a los legisladores “ni los veo ni los oigo”, frase célebre que impuso una moda de oídos sordos entre los políticos.
La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos se reformó y se trató de evitar dicho espectáculo, promoviendo el pronunciamiento previo al informe presidencial de cada uno de los grupos parlamentarios, pero ni así se logró acallar las protestas y los gritos de los legisladores hacia el presidente en turno.
Para cuando Vicente Fox debiera rendir su primer Informe de Gobierno, el 1 de septiembre de 2001, ya no era obligación informar de viva voz al Congreso de la Unión sobre el estado que guarda la nación y solamente era suficiente con que el secretario de gobernación entregara por escrito el informe, la ley había sido reformada para evitar los bochornosos espectáculos.
Sin embargo, el presidente Vicente Fox, consideró que podría entregar personalmente su primer informe y acudió personalmente al Palacio Legislativo de San Lázaro, en donde le dijeron los diputados que no era bienvenido y que ahí, en la escalinata del frontispicio podía entregar su informe, porque nada lo obligaba a pasar al salón de sesiones. Así lo hizo y se retiró.
Han pasado tres sexenios de esta práctica de entregar el informe de gobierno a través del secretario de Gobernación, una práctica que no expone al jefe del Ejecutivo a los insultos, los gritos y las protestas.
Hoy el presidente Andrés López Obrador, con su espíritu populista ha cambiado las costumbres y las prácticas, pues lejos de esperar a que se cumpliera el primer año de su gestión formal o que se cumpliera el plazo que marca la Constitución para rendir su informe de gobierno, lo hizo de manera extralegal, que no es ilegal, cuando se cumplió un año de su triunfo electoral.
Y es que es evidente que, desde el día siguiente a la elección del 2018, López Obrador comenzó a tomar las riendas del gobierno, anunció acciones, tomó decisiones, por lo que es muy claro que desde julio del año pasado, el presidente ya tenía gran pate del poder presidencial.
El protagonismo de López Obrador es, sin duda, un elemento que caracteriza al mandatario, pero si en realidad quisiera lucir su obra de gobierno, si en realidad hubiese algo qué presumir, la mayoría aplastante de Morena en el Congreso de la Unión, ya habría realizado las reformas para que el presidente asista, con motivo de sus informes de gobierno ante el pleno del Congreso de la Unión.
Aquí el problema es que, nada impide al presidente asistir a entregar el Informe Presidencial, pero tampoco es ingenuo, pues sabe que de asistir al Congreso de la Unión y presentarse ante los legisladores recibiría los mismos abucheos que recibieron sus antecesores.
Por esa razón adelantó su informe desde el mes de julio y ya anunció que será la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien acuda este 1 de septiembre a San Lázaro para entregar el Primer Informe de Gobierno.
Para el presidente López Obrador, es mucho más cómodo hablar e informar a su modo, en un espacio propio, con un público a modo, con sus seguidores echando porras, que frente a diputados y senadores que tienen los elementos, las facultades y el conocimiento para reclamar lo quesea necesario al Presidente de la República.
Tampoco es de descartarse que haya una ceremonia de informe extraordinaria, que muy probablemente sea cerrada, con los invitados amigos y en condiciones, casi de privacidad para evitar raspones y reclamos públicos. Esperemos que ya solamente faltan tres semanas.