Martín Takagui
Para ningún gobierno puede haber un objetivo represor, los gobiernos en todo el mundo, cuando son legales y democráticos, por naturaleza son quienes ostentan el monopolio de la fuerza, porque de nada serviría, como hoy no sirve esa fuerza pública que es burlada, humillada, golpeada y en ocasiones hasta victimizada.
No cabe duda que quienes se dicen de pensamiento de izquierda, tienen una serie de prejuicios en torno al uso de la fuerza; sin embargo, cuando esos grupos prejuiciados llegan al poder, deben entender que una sociedad sin orden, una sociedad sin límites se convierte en una sociedad ingobernable y cuando hay ingobernabilidad, las instituciones se vulneran, los derechos se violan y la autoridad se vuelve inexistente.
Así en todos los países del mundo, existen desfiles militares, desde que existen sus ejércitos, desfiles cuyo objetivo es demostrar el poderío y la capacidad de fuerza de la autoridad, desfiles como el que observamos el pasado 16 de septiembre en el centro de la Ciudad de México y en cada una de las sedes gubernamentales del país.
Cuando un gobierno, como el de Andrés López Obrador o como el de Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México asegura que no reprime, es porque trae esos traumas del pasado, porque no saben que el uso de la fuerza es legítimo y que es legal para mantener el orden.
En los últimos meses, hemos observado en las redes sociales y en los medios de comunicación la forma en que la gente, el pueblo, los delincuentes, los escudos humanos como mujeres y menores de edad se acercan en primera instancia para insultar a los soldados, a los marinos, quienes hacen su trabajo y llegan al grado de golpearlos, agredirlos y finalmente llegar al extremo de desarmarlos.
Y todo por la orden del jefe de las fuerzas armadas de no actuar, omisión también es una forma de delinquir, porque con ello se permite que haya violaciones a la ley, la omisión del Ejército Mexicano, por órdenes del Jefe del Ejecutivo, fue el motivo por el que murieron quemados, con el mayor de los sufrimientos que puede haber, más de 120 personas en Tlahuelilpan, Hidalgo.
De haber actuado el Ejército, los uniformados habrían alejado a la gente de la fuente de gasolina, que horas después, se convirtió en un soplete que mató a más de 12 personas es una omisión que debía haber sido castigada y no pasó nada.
El pasado 26 de septiembre, al conmemorarse la desaparición de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos del estado de Guerrero, la ciudad de México vivió la presencia y actuación vandálica de quienes se autonombran anarquistas, quienes embozados y confundidos entre los reales manifestantes, desviaron los objetivos de la protesta y causaron destrozos.
Armados con palos, con bombas molotov, con tubos y hasta una mujer que llevaba un martillo en la mano, con la que rompía vidrios, estos sujetos causaron daños millonarios a edificios públicos y establecimientos comerciales.
Frente a esa situación, el gobierno se niega a poner orden con la policía. La policía, bien o mal, los granaderos, o quienes hayan sustituido a esa corporación, deben haber sido capacitados en el uso de la fuerza y saben controlar a las multitudes, siempre y cuando sean profesionales.
La jefa de gobierno, irresponsablemente ha llamado a 12 mil trabajadores de la Ciudad de México, para que, vestidos de blanco o con algún distintivo formen un supuesto cinturón de paz, el cual acompañará a la marcha conmemorativa del LI aniversario de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
Esa simple presencia se convierte en un peligro para todos los asistentes, lo mismo para los 12 mil trabajadores, que para los marchistas. Lo anterior porque quienes buscan generar caos y violencia, lo observarán como un pretexto como una provocación que no dejarán pasar y, por lo tanto, habrán de agredir a esas personas que no están capacitadas ni equipadas para hacer frente a las agresiones ni siquiera para ponerse a salvo.
En caso de que se genere un enfrentamiento, en caso de que surja una lesión entre los 12 mil trabajadores, la única responsable será la propia jefa de gobierno, pero hay que estar atentos, sin querer ser mal pensados, tampoco podemos descartar que esos 12 mil trabajadores del gobierno que asisten de manera voluntaria a la marcha podrían ser policías o quienes formaban el cuerpo de granaderos, disfrazados de blancas palomas para formar el cinturón de la paz.
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