Línea Fifí
Por Martín de J. Takagui
En octubre de 2018, cuando la primera caravana migrante de Centroamérica dio portazo en la frontera de Chiapas al sur de México, el entonces presidente electo de México, Andrés López Obrador no sabía de qué hablaba y anunció que su gobierno les daría, a todos los migrantes, visas temporales de trabajo y para que pudieran transitar libremente hacia Estados Unidos.
Más de tres mil migrantes que partieron de San José Sula, en Honduras iniciaron su caminata formando una caravana a la que se sumaron ciudadanos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, quienes se encontraron con una reja cerrada con candados para entrar a México, pero con facilidad fue arrancado por la fuerza del sueño americano de esos inmigrantes.
El entonces presidente electo criticó la forma en que el gobierno de México a través del Instituto Nacional de Migración intentó detener a los migrantes, en tanto, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump insistía en que construiría el muro fronterizo contra los migrantes y que sería México quien lo pagaría.
A casi tres años de distancia, aquellas promesas de visas para los migrantes desaparecieron, pero en su lugar el gobierno de México, en voz del presidente López Obrador ha señalado la necesidad de que se brinden oportunidades de desarrollo a las personas que huyen de la pobreza y de la violencia en sus países de origen, a través de un programa de desarrollo social que pretende que sea financiado por el gobierno de Estados Unidos replicando los programas de Sembrando Vida (árboles) y Jóvenes Construyendo Futuro.
Nada de todo eso se ha consolidado ni las visas ni el trabajo ni el libre tránsito se han cumplido, tampoco los programas de desarrollo social, pero lejos de encontrar soluciones, el problema es cada día más grave pues se estima que en los últimos meses unos 300 mil migrantes han atravesado por México o se han quedado en territorio nacional en busca de mejores condiciones de vida.
Hoy, los principales flujos migratorios en la frontera norte de México, ya no es de mexicanos, ahora los migrantes nacionales son los menos en ese muro, han sido reemplazados por los haitianos, que se estima en más de cien mil que se encuentran en Chiapas y que avanzan por diferentes rutas hacia el norte, para sumarse a los 17 mil que se encuentran entre los estados de Coahuila en México y Texas en Estados Unidos.
Casi tres años han pasado desde aquellas desafortunadas promesas del presidente López Obrador a los migrantes. Se trató de una luz de alerta, de lo que vendría con ello y así lo comentamos, desde entonces en este mismo espacio, señalando que se veía venir una crisis humanitaria, que entonces parecía ser de migrantes centroamericanos, pero a ellos se han sumado decenas de miles de haitianos.
En todo este tiempo, 35 meses, el gobierno actual no ha tenido la capacidad de generar una política migratoria que busque la contención de los migrantes, el titular del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño neófito en el tema migratorio solamente ha ordenado la contención violenta que ya le ha dado una serie de denuncias y acusaciones por la violación a los derechos humanos.
Hay que recordar que los derechos de los migrantes son causas muy sensibles en la comunidad internacional, que existen organismos internacionales que no han sido convocados por el gobierno de México para apoyar este proceso migratorio, en el que también existen miles de demandantes de refugio.
México dejó de ser un país de tránsito y expulsión migratoria, ahora es también un país de destino, los migrantes han dicho que quieren quedarse aquí, que la segunda y tercera opción son Estados Unidos y Canadá, debido a la dificultad para entrar hacia el norte.
Nuestro país no tiene la infraestructura, tampoco el personal ni la capacitación para la atención y orientación de los flujos migratorios, no tiene una política de recepción y canalización de migrantes, no tiene al personal capacitado en materia de derechos migratorios ni para el procesamiento de las solicitudes de refugio.
No es mala leche, pero no puede esperarse una solución apegada a derecho ni con respeto a los derechos humanos de los migrantes que llegan a México. Es muy probable que nuestro gobierno siga los pasos de Estados Unidos de regresar masivamente en aviones ex profeso a los miles de migrantes a sus respectivos países.
Aquí viene el mayor peligro, pues el derecho internacional en materia de refugio, prohíbe a los gobiernos devolver a los solicitantes de refugio a sus lugares de origen por el riesgo en que se encuentra su vida, como dijimos, no hay forma de procesar las solicitudes de refugio.
La migración es un derecho de todos los seres humanos y la libertad de tránsito sea local o internacional también es un derecho, el gobierno de México se encuentra en una encrucijada para controlar los flujos de personas con respeto a los derechos y al mismo tiempo brindar la protección internacional a la que está obligado como firmante de los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, derechos de los migrantes, asilo y refugio.
Sigamos por la Línea Fifí.