Desde el martes pasado el gobierno de México decretó la entrada en vigor de la fase tres de la contingencia sanitaria por el Covid.19; por lo tanto, se reforzaron las acciones de aislamiento y de parálisis de las actividades no prioritarias, el país está paralizado y esto no es por un día ni por una semana, se trata de un momento nunca antes visto ni a nivel global ni nacional.
El presidente Andrés López Obrador lanzó un decreto de 11 puntos para hacer frente a la situación, los escenarios del jefe del Ejecutivo parecen estar fuera de la realidad, pues lejos de asumir la responsabilidad de un estadista insiste en sus proyectos personales, que al final de cuentas, si logra concretarlos, dejará al país en bancarrota, dividido y sin desarrollo.
El momento que vive el mundo y, en especial México, obligan a buscar definiciones claras, concretas, efectivas, opciones y políticas de gobierno al nivel de un estadista, de alguien que busca salvar al país, no el de quien busca salvar su proyecto personal para pasar a la historia.
Cuando un presidente, cuando un líder actúa poniendo a su país, a su pueblo en primer lugar, no anda pensando en trenecitos o en ver quién habla bien o mal de él, simplemente se toman decisiones, se emprenden acciones y se trabaja por aquellos que confiaron en él, para no decepcionar; pero sin duda, se trabaja más por quienes no creyeron en él, porque solamente así los convencerá de que estaban equivocados.
López Obrador, sigue trabajando solamente para él y habla para sus electores cautivos, para sus seguidores de las redes sociales y para quienes lo respaldan desde las que él llama las “benditas redes sociales”.
En este momento en que López Obrador requiere de un respaldo de la opinión pública, lejos de aglutinar, lejos de endurecer su piel, frente a los reclamos y opiniones adversas, prefiere responder con ataques, con criticas a los criticadores, a quienes no tienen otra cosa qué hacer más que analizar y, en su caso criticar, como lo han venido haciendo los profesionales del periodismo.
Y ya no habla de los conservadores ni de los medios, ahora, nuevamente les pone nombre y apellido, los exhibe, los señala, los califica como poco profesionales, poniendo por encima de aquellos que tienen décadas haciendo el mismo trabajo, en los medios de comunicación masivos y tradicionales a los que se sientan en las dos primeras filas de las conferencias mañaneras.
También ahí hay nombres y apodos, sobrenombres y pseudónimos, quienes no se atreven a dar la cara y otros que solamente muestran un ojo, a veces el derecho y a veces el izquierdo. Pero también los hay descarados pusilánimes, que se atienen a las preguntas que se les indican para hacer que el respondiente se luzca o encuentre un camino para denostar, atacar y dividir.
Y esto no es culpa, ni responsabilidad de los periodistas, la popularidad de un líder, de un mandatario, de un jefe de Estado no depende de los periodistas, sí depende de la comunicación, de cómo se ejerza la comunicación y de cómo se oriente, de la estrategia con que se maneje.
Hoy la comunicación gubernamental está equivocada, no es que se tenga que propiciar la corrupción, no es que sea necesario el llamado embute o chayote, lo que se requiere es congruencia, un plan de trabajo, trabajo de escritorio, buscar ideas y contenidos que resulten atractivos y hacer que las acciones de gobierno se conviertan en nota, en nota periodística, no en nota de chisme, de rumor ni de redes sociales.
El verdadero periodismo es el que investiga, el que critica, el que se ejerce con libertad y la comunicación gubernamental no es emitir boletines o declaraciones, esperando que se publiquen al pie de la letra o de manera textual.
Los conceptos, las ideas, la profundidad de las acciones de gobierno son los elementos que hacen trascendente a una información y son las que las hacen merecedoras de las notas de ocho columnas, también son los elementos que la crítica puede utilizar para hablar de los aciertos que pueda tener un gobierno.
Los hechos darán sus resultados, independientemente del sentido con que los medios borden la información, hoy México necesita de acciones y de sistemas de comunicación que brinden confianza, que inviten a seguir al que debiera llevar el liderazgo, lejos de ello, sus seguidores han comenzado a perder la fe y otros, por el contrario, han dejado de respaldar al presidente que ha llegado con el mayor apoyo ciudadano al poder.
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