Sin duda, el gobierno del presidente Andrés López Obrador va por todo, ahora también busca el control de las grandes centrales de trabajadores, a unos les hizo manita de puerco, a otros más ruines seguramente los compró y al peor de todos, a Napoleón Gómez Urrutia, senador por Morena y acusado de haber robado millones de dólares a sus agremiados, lo coloca al frente de la clase trabajadora organizada.
A principios de semana, sin que mediara explicación alguna, el inamovible líder del Sindicato Petrolero, Carlos Romero Deschamps, después de 26 años de impunidad total, de enriquecimiento ofensivo y de descarados apoyos de miles de millones de pesos al PRI, renunció a su cargo como secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
Tango los regímenes panistas como el naciente morenista, se había propuesto no solamente quitarlo del liderazgo de la central obrera, sino que además habían anunciado en repetidas ocasiones que habrían de meterlo a la cárcel, pero al parecer, para la cuarta transformación es suficiente con que deje el espacio libre para un dirigente afín.
Sin duda el PRI será el más afectado en este proceso de descabezamiento de las principales fuerzas sindicales, del corporativismo sindical que durante décadas le dio millones de votos para sus candidatos y que Fidel Velázquez, líder de la legendaria Confederación de Trabajadores de México (CTM) nunca dudó en presionar a sus agremiados para que respaldaran a los abanderados tricolores.
Ahí Carlos Aceves del Olmo, longevo líder, como todos los secretarios generales de la CTM, anunció esta misma semana que habrá de separarse del cargo por razones de salud. Que me disculpe, pero desde hace varios años se le ha visto muy enfermo, en ocasiones más mal que como ahora se ve, aún en silla de ruedas, pero es hasta hoy que renuncia, podría argumentar otra cosa, pero su salud no ha variado mucho, al menos a simple vista.
Y casualmente también el líder del sindicalismo oficial, Joel Ayala, no quiso soltar el hueso, pero prefirió separarse del Partido Revolucionario Institucional, después de 40 años de militancia, lo que tampoco garantiza que sus agremiados, los miembros de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado quieran cambiar de partido.
Dicen que en política las casualidades no existen yo diría que, en ese ámbito, tampoco las bondades son muy frecuentes, no es de descartarse que ya haya llegado la hora de que el gobierno en turno, con su inocente secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luis María Alcalde, inicie una embestida en contra de los dirigentes, para favorecer a los intereses de la cuarta transformación.
Tampoco es nuevo el hecho de que Napoleón Gómez Urrutia se prepara para la creación de una nueva confederación de trabajadores que será afín a la cuarta transformación. De eso se ha hablado desde el inicio de la actual legislatura federal, cuando obtuvo su anhelado fuero como Senador de la República, para moverse a su antojo, mientras el Congreso de la Unión no se pone de acuerdo para aprobar la eliminación total de la inmunidad constitucional.
Qué eficaz ha resultado la mano silenciosa de la 4T en contra de las organizaciones sindicales y es que a ninguno de esos líderes, les gustaría acabar sus días tras las rejas; pues sin duda, ha sido muy fácil para los operadores políticos de la Secretaría del Trabajo, mostrar a cada uno de ellos sus respectivos expedientes que podrían irse a un archivo olvidado, pero no desaparecer, a cambio de que caminen por el sendero del retiro.
Las cuotas sindicales siempre han sido la manzana de la discordia, y si no, que le pregunten a doña Elba Esther Gordillo, que sigue persiguiéndolas o el mismo Romero Deschamps a quien le alcanzaba para dar, para repartir y hasta para los domingos de sus juniors.
Ahora solamente queda esperar a ver cómo se consolida el desmantelamiento de lo que fue el Sector Obrero Organizado, en sus diferentes centrales, porque lo que es el Congreso del Trabajo, ese ya prácticamente es inexistente y si lograra su renacimiento, tiene la ventaja de que cada seis meses se renueva la dirigencia.
Las reformas laborales y la libertad sindical impulsada por el gobierno de los Estados Unidos y aplicada por la cuarta transformación, ya son un hecho, solamente falta ver si serán en beneficio de los trabajadores mexicanos.